LOS MITOS Y LAS CREENCIAS EQUIVOCADAS AL RESPECTO DEL SUICIDIO (II)

Hace ya algunas semanas que presenté la primera parte de este tema. Concluyo hoy con esta segunda entrega la enumeración de los mitos alrededor del suicidio más destacables. Quiero agradecer las palabras de ánimo de muchas personas que han perdido a un ser querido por causa del suicidio y que me confirman la necesidad de hablar y divulgar conceptos básicos sobre esta conducta en contra del criterio general que parece aconsejar, todavía hoy, que siga oculto y bajo una sombra de silencio y culpa.

 Por el contrario, nosotros somos de la opinión, avalada por los organismos más destacados del mundo de la Salud mental y de la Prevención del suicidio, que debemos romper con esas creencias y reivindicar el conocimiento de esta conducta, para mejorar la atención a las personas que la sufren y  hacer lo posible para evitar así que muchas vidas se malogren.

Vuelvo a insistir otra vez en la disculpa que ya hice reproduciendo literalmente el párrafo de la anterior entrega:

Una disculpa para todas aquellas personas que lean este artículo y hayan sufrido una pérdida por esta causa. De algunas de estas informaciones se puede desprender que no se supo interpretar las indicaciones que la persona dio antes de cometer el suicidio. Podríamos llegar a la conclusión que no estuvimos suficiente atentos a las indicaciones que esa persona nos pudo dar. Nada más lejos de mi intención. Por regla general, nada sabemos de estos indicadores antes de que sucedan, pues no existe una pedagogía sobre la prevención del suicidio, en ocasiones ni los mismos profesionales de la salud mental los conocen, a veces ni tan siquiera disponen de los protocolos mínimos para contener estas situaciones.

Por desgracia una buena parte de estos conocimientos los descubrimos demasiado tarde para saber si podríamos haberlos utilizado para evitar su muerte, o a pesar de conocerlos, no la pudimos evitar finalmente. No debemos olvidar que no lo decidimos nosotros. Nadie es la única influencia en la vida de otra persona[i]. No somos dioses, no poseemos la capacidad de evitar todas las cosas, ni todos los actos de los demás.

Aquello que no es cierto sobre el suicidio (II)

 No es cierto que quien habla de sus intenciones suicidas no las llevará a cabo.

Se estima que alrededor del 75% de las personas que consuman un suicidio hicieron alguna advertencia antes de llevar a cabo la acción[ii]. A veces de manera confusa, otras de manera explícita, la mayor parte de las personas que anuncian sus intenciones de manera verbal o con su conducta, están en algún punto de la cadena de comportamientos que comienzan con la ideación suicida, siguen con la planeación concreta y pueden concluir con la consumación de esa idea.

En muchas ocasiones se tiende a infravalorar esas advertencias, interpretándolas como intentos de manipulación de las personas próximas, chantajes o simplemente amenazas, cuando en realidad se deberían entender por regla general como peticiones de ayuda. Parece más recomendable explorar esas manifestaciones, preguntar sobre qué es lo que se quiere decir cuando se hacen esas afirmaciones y recurrir a profesionales que puedan establecer claramente la gravedad de esos pensamientos.

No es correcto por tanto afirmar que si se le reta, una persona con impulsos suicidas no lo realizará.

Infravalorar estas afirmaciones lo que interpretamos como amenazas o intentos de chantaje, ridiculizarlas, no es nada recomendable en esas situaciones. La vulnerabilidad de una persona en este estado es máxima, cualquier acción interpretada como rechazo (aun no siendo nuestra intención) puede reforzar su propia conducta de autoagresión.

No es cierto igualmente suponer que quien realmente se quiere suicidar no lo dirá.

Como hemos visto esto contribuye a infravalorar las peticiones de auxilio que de manera más o menos consciente, hacen las personas que se encuentran en esa situación.

No es correcto asociar cobardía o valentía a las personas que mueren a causa del suicidio o hacen una tentativa.

El suicidio no es cuestión de ser cobarde y así pretender huir de determinados problemas, como  se tiende a dar a entender de manera simplista. Las personas que mueren a causa del suicidio, como ya se ha señalado, sufren profundamente[iii]. Es a partir de ese sufrimiento que consideran la muerte como una solución a su situación vital. Asociando este comportamiento a una cualidad negativa de las personas, se contribuye a menospreciar esas conductas y a facilitar su ocultamiento por parte de quien sufre esos impulsos.

De igual manera, atribuir valentía por “atreverse” a tomar este tipo de decisiones, asocia un valor que socialmente suponemos positivo. Muchas veces creemos que con eso “reconocemos” en la persona que perdimos una característica que lo honra, “debió ser muy valiente…”, sin embargo al hacer este tipo de afirmaciones podemos reforzar una conducta que parece ser considerada como digna de imitar, o que merece ser poseída, como es el valor en determinadas circunstancias.

Tal y como señala Pérez Barrero[iv], no debemos aceptar que la cobardía o valentía de las personas se cuantifique por el número de veces que alguien pretenda quitarse la vida o la respete.

No es correcto pensar que sólo los profesionales de la salud mental pueden tratar con personas que tienen ideas suicidas o que están a punto de realizar un intento.

Ya hemos señalado que gran parte de las personas que tienen estas conductas sufren alguna enfermedad mental. A pesar de ello, debemos trabajar en la idea ya indicada que las personas con tendencias suicidas sienten una enorme ambivalencia en sus pensamientos relativos a la muerte. Está demostrado que hablar y razonar sobre esos pensamientos con la persona que los sufre contribuye a reforzar ideas positivas que le pueden alejar de esos impulsos.

Ofrecer distintos puntos de vista que ofrezcan otras soluciones, otras salidas puede ser una posibilidad real de que esa persona reconsidere sus planteamientos de suicidio.

El sentido común, el afecto, la empatía no son monopolio de ningún colectivo. En las circunstancias que acabamos de señalar cualquier persona que sea capaz de no perder la calma y que conecte con ella puede facilitar que esa persona aplace su decisión y considere hablar más de su situación.

No es cierto, por tanto, creer que hablar del suicidio de manera razonada pueda incitar a alguien a hacerlo.

La suposición de que hablando del suicidio alguien puede reaccionar con una conducta suicida, vuelve a alimentar la falsa idea de que no se puede hacer nada para ayudar a una persona que sufre estos impulsos. Debemos reiterar la evidencia de que ofrecer razonamientos positivos y favorables a la vida, permite la visión alternativa de la situación.

No es correcto suponer que el suicidio afecta a una determinada clase social.

Las personas que mueren a causa del suicidio se encuentran en todas las escalas sociales. El suicidio es una conducta humana que se presenta en países subdesarrollados, desarrollados,  y en cualquier clase de régimen político. Parece que estadísticamente se produce en mayor proporción en los países desarrollados, pero su condición multifactorial hace que afecte a todo tipo de personas, pobres y ricas, en prácticamente todos los lugares del mundo.

Se tiende a asociar, por ejemplo, crisis económica con suicidio, ignorando que el suicidio es una evidencia constante a lo largo de los años, con crisis o sin ellas. Las dificultades económicas, el deterioro de la calidad del trabajo, de las condiciones de vida, parecen agravar el número de suicidios y tentativas, pero esas interpretaciones tan reduccionistas, contribuyen a favorecer que cuando esas condiciones mejoran se piense que no es necesario seguir con la prevención y la atención a los supervivientes, y desgraciadamente deje de ser noticia de interés.

El suicidio no puede ser una excusa para hablar de la cara más trágica de la crisis, es en sí mismo un grave problema de salud, tal y como señala desde hace años la OMS [v]. Sus consecuencias son sociales, económicas, psicológicas y debe abordarse por parte de los gobiernos y los medios de comunicación con toda la gravedad que nos indica que cada 41[vi]segundos una persona muere por suicidio en el mundo.

No es cierto suponer que los medios de comunicación no pueden contribuir a la prevención del suicidio.

Ya hemos indicado en algún punto anterior que hablar del suicidio no supone incitar esa conducta. Del mismo modo, la información razonada y con una correcta orientación pedagógica sobre una conducta que supone centenares de muertes en nuestro país tampoco puede suponerlo. Por otro lado, si siguiéramos ese razonamiento deberíamos preguntarnos por qué se ofrece información sobre accidentes de tráfico o sobre violencia de género.

Rechazamos los tratamientos sensacionalistas que sólo abundan en los detalles más trágicos, con el único afán del beneficio económico y la audiencia, y que suponen añadir sufrimiento a los seres queridos de la persona que se ha suicidado.

Los medios de comunicación pueden ser un instrumento valioso de prevención si al informar sobre esta conducta divulgan algunos conceptos básicos para mejor conocimiento del público en general sobre los signos de alarma de una crisis suicida; los lugares y contactos a que acudir si se sufren esas ideas o impulsos y los grupos y conductas de riesgo.

Un reconocimiento. 

Quiero expresar mi agradecimiento a Santiago Durán, psiquiatra en la unidad de prevención del suicidio de l’Hospital de Sant Pau por su amabilidad en leer este documento y por realizarme sugerencias sobre su contenido, como siempre dispuesto a colaborar con cualquier iniciativa de nuestra asociación y trabajar en primera línea con las personas en riesgo de suicidio.


[i] Suicide and its Aftermath: Understanding and Counseling the Survivors (El suicidio y sus secuelas: comprender y asesorar a los sobrevivientes) Edward Dunne, John McIntosh, y Karen Dunne-Maxim (Eds.), W.W. Norton y Compañía, 1987

[ii] E.Stengel Psicología del suicidio y de los intentos suicidas Horme ediciones 1987

[iii]Ver Los mitos y creencias equivococadas al respecto del suicido (I), en este mismo blog.

[iv] Pérez Barrero, SA. El suicidio, comportamiento y prevención. Santiago de Cuba: Ed. Oriente, 1996.

[v] OMS 2014: Prevenir el suicidio: un imperativo legal.

[vi] Fuente: American Foundation for suicide prevention.

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2 comentarios en “LOS MITOS Y LAS CREENCIAS EQUIVOCADAS AL RESPECTO DEL SUICIDIO (II)

  1. Un verdadero placer leerte Carles,has hecho un “manifiesto del suicidio”,bien expresado y con respeto.Un placer haber conocido a Duran,excelente profesional.DSAS,si que seguis las directrices de la OMS ,dando impulso a la prevencion del suicidio,y sobre todo prestando apoyo psicosocial a familiares y amigos,realizando programas educativos sociales (mossos y otros).En fin siguiendo las recomendaciones preventivas de la conducta suicida.Esperamos q poco a poco el resto de las comunidades vayan sumandose al carro,y desde todos los ambitos y la adecuada formacion:Medicos Ap y S.Mental,docentes,profesionales de la comunicación
    ,bomberos,policias.Entre todos
    podamos reducir el numero de casos y romper el tabu.GRACiAS a todos los que trabajais ayudando a los supervivientes,nos sentimos arropados.

  2. Completamente de acuerdo, es como si leyeras mi pensamiento. Gracias, y a continuar que hay mucho que hacer.

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