A lo largo del último siglo observamos una importante transformación social y cultural encaminada a potenciar la cultura de la salud, el ocio, la estética y el confort. Esta forma de percibir la vida, positiva en muchos aspectos, ha originado profundas transformaciones en la forma de vivir distintos momentos relacionados con las pérdidas, el duelo y la muerte. En poco tiempo hemos pasado de vivir las enfermedades y la muerte dentro de los hogares, donde las propias familias cuidaban de sus enfermos, los niños convivían y aprendían de los momentos relacionados con las pérdidas, a considerarlo como un hecho desconocido, aislado, desagradable e incómodo.
La muerte se vivía como el final del Ciclo de Vida, las personas morían dentro de un contexto familiar y cálido, envueltos por todo aquello que les era conocido y querido. Cuando la vida claudicaba, las familias cuidaban del cuerpo de la persona querida, lo lavaban, perfumaban y vestían. Estos rituales eran observados por los más pequeños que aprendían constantemente de sus referentes. Lo vivían conjuntamente y ello les ayudaba a expresar sus sentimientos y despedirse de la persona de una forma próxima y cálida. Entonces enterraban a sus difuntos y mostraban su aflicción con normalidad y delante de los demás. La vida de la comunidad quedaba lentecida en muestra de respeto, el dolor no se tapaba, se apartaba o se escondía, era parte de la Vida.
Actualmente somos poco conscientes de que durante nuestro tiempo de vida tendremos buenos momentos, pero también pérdidas, enfermedades, procesos de duelo y también la muerte de algún ser querido. Momentos relacionados con la pérdida, donde el proceso de duelo dependerá de la importancia de lo perdido.
Nuestra sociedad vive una actitud de negación ante el dolor, los procesos de duelo y al mismo tiempo, una pérdida de rituales que dificulta la expresión de las emociones y complica el proceso. Relacionado con esta negación social observamos un aumento de la sobreprotección de los niños/as y jóvenes, destinada a evitar que vivan situaciones de dolor emocional, pero por otro lado existe un aumento de trastornos emocionales en los más jóvenes precisamente en los Países económicamente más desarrollados.
Padres, madres y profesionales de la Educación disponen de mucha información sobre el Ciclo de la Vida, pero manifiestan una falta de recursos y conocimientos sobre las pérdidas, el duelo y la muerte, como parte fundamental del Ciclo e indispensables generadores de Vida. Personas con el compromiso de transmitir valores y conocimientos a futuras generaciones, sienten tener las manos vacías para tratar esta dimensión de la Vida desde una perspectiva personal, cultura, social y educativa.
Los niños quedan en una grave situación de vulnerabilidad emocional ya que acaban viviendo en soledad un proceso que les importa y les produce dolor. Desde este espacio vamos a tratar diferentes aspectos relacionados con la forma en que los niños viven y conviven con el dolor.
Gracias de corazón.