El testimonio de numerosas personas que viven un proceso de duelo, así como las entrevistas con padres, madres y educadores, muestran las actitudes mas habituales que los adultos tienen hacia los niños y niñas en el momento de tratar las pérdidas y el duelo. En un intento por alejarles del dolor y evitar que sufran, aparece una actitud generalizada de negación que les deja sobretodo al margen de cualquier circunstancia familiar relacionada con las enfermedades, las pérdidas y la muerte de un ser querido.
Los niños, niñas y jóvenes captan rápidamente esta negación del entorno y el pacto de silencio dentro del núcleo familiar y en estos momentos, la confusión ante la aflicción puede provocar un aumento de la inseguridad y los miedos.
Una enfermedad grave no se puede esconder, las llamadas telefónicas, las visitas médicas, los estados de ánimo etc, no pasan desapercibidos a los ojos de los pequeños. Inevitablemente muchos van a vivir el proceso en silencio y desolación, sin información sobre el mismo y entonces sus numerosas preguntes quedaran sin responder.
La enfermedad de un miembro de la familia puede convertirse en todo un mundo de emociones y aprendizaje para todos, y para los pequeños también. Aprender a cuidar del otro nos da la oportunidad de sentir la satisfacción que representa acompañarle en este momento de la vida y cuando tienen la oportunidad, los niños quieren sentirlo también.
Es común observar como los niños y niñas imitan los hechos mas que las palabras y la forma de proceder de los adultos hace que respondan con la misma sobreprotección con la que actúan los adultos. Cuando los adultos encuentran mil escusas e intentan alejarse de una situación dolorosa, los pequeños aprenden a hacer lo mismo. Pero estos niños serán adultos antes de que nos demos cuenta y cuando les llegue el momento de cuidar de nosotros, no habrán descubierto que se trata de un acto que responde a una necesidad propia y del grupo.
Muchas son ya las personas que dudan de que este camino sin piedras sea beneficioso, cuando lo que desean los pequeños es sentir que forman parte de la familia, en los buenos momentos y en los difíciles. Con ello se sienten pertenecientes a su grupo y la sensación de seguridad y protección tiene relación con saber todo lo que pasa a su alrededor. Quedar al margen como les ocurre a muchos de ellos provoca un aumento de trastornos emocionales detectados en los últimos años. Por lo tanto diremos que la ignorancia, provoca miedo y desconfianza, el saber, en cambio se convierte en seguridad. Lo que se vive y se siente de niño, acompañará la vida del adulto que será mañana. ¿Y si dejamos que nuestros pequeños se acerquen, descubran y aprendan?