Este articulo pretende exponer la vivencia de una historia muy común relacionada con la forma extraña que tenemos los adultos al tratar las pérdidas, la muerte y el dolor que se desprende. Consta de tres partes entrelazadas basadas en la historia de Clàudia y la muerte de sus seres queridos.
Clàudia es una niña de diez años que aprendió a los siete, a raíz de la enfermedad y la muerte de su abuelo, el valor de los rituales y el beneficio emocional que representan.
Su abuelo Coi Coi, se puso muy enfermo y fue necesario su ingreso en una Unidad de Vigilancia Intensiva. Clàudia pidió a sus padres poder visitar al abuelo en la Unidad ya que parecía que se encontraba en una situación crítica e incompatible con una recuperación. Los padres consultaron e hicieron extensivo a los profesionales el deseo de Clàudia, pero la respuesta del Centro fue que existía una Norma “Los niños menores de catorce años no pueden entrar en este espacio”.
Los padres informaron a Clàudia de la imposibilidad de poder ver al abuelo, pero que no obstante la mantendrían informada en todo momento de lo que ocurriera. La pequeña asintió en unos momentos muy difíciles para la familia, no quería añadir más trastorno, pero no comprendió los motivos de la negativa a poder estar al lado de su querido abuelo.
Los días pasaban y Clàudia volvió a insistir hasta tal punto, que los padres se replantearon si la normativa existente de que los pequeños no puedan visitar, si así lo desean, a su ser querido en la UCI, era adecuada. Las dudas tomaron peso y se acabaron preguntando si las Leyes en este sentido respondían a las necesidades de los niños o bien a las dificultades de los adultos.
Clàudia sentía que su abuelo no podría aguantar mucho más y suplicó una vez más poder estar a su lado. Finalmente los padres decidieron dar a la pequeña lo que pedía y la llevaron al lado del abuelo… ¡y se saltaron todas las normas!
Los momentos en que Clàudia estuvo a su lado estuvieron llenos de Amor y ternura. Los profesionales observaban emocionados cada palabra y movimiento de Clàudia. Aunque el abuelo se encontraba en estado de coma profundo, la pequeña tuvo la oportunidad de poder tocarlo, acariciarlo, hablarle y preguntar por las cifras que aparecían en los aparatos que envolvían al abuelo. Aprendió el valor de poder cuidar del abuelo, aunque no se pudiera curar.
Sintió cuan importante es el soporte del grupo familiar, en estos momentos de la vida. El abuelo le dio la oportunidad de recibir unas lecciones de vida que nunca llegará a encontrar en ningún libro y las aprovechó todas.
Días después le hizo un precioso dibujo que colgaron delante de la cama. Clàudia decía “aunque este dormido el abuelo sabe que estamos aquí”. Fueron días difíciles pero la visita de Clàudia llenó de cariño un espacio altamente tecnificado. No tuvo ni una noche con pesadillas ya que se le permitió en todo momento, sentir y expresar lo que sentía.
El abuelo esperó la visita de Clàudia antes de morir y se llevo con él, el mejor regalo de la pequeña, SU AMOR.
En estos momentos el Centro está modificando las normas al respecto y han decidido dejar que los niños de cualquier edad puedan visitar, si ese es su deseo, a su ser querido. Desde este espacio felicitamos esta iniciativa ya que por mas pequeños que sean, su AMOR es igual de grande que el nuestro y sus necesidades también.
Yo he hablado de la muerte con los niños en la escuela, pero actualmente me cuesta hablar con mi nieta. Cuando murió su abuelo aun no tenia dos años, sus padres le explicaron que estaba en las estrellas y yo pensé que no podia entenderlo, pero va creciendo y cuando ve la foto dice es el abuelo (no me ha preguntado porque no viene, pero no sabria que contestar), ahora nos pegunta a todos los abuelos y tu papá y tu mamá donde estan?. Mi respuesta es siempre muy escueta y temo que algun dia me pida más explicaciones.
Saludos
Encarna