Hace unas semanas tuve la oportunidad de conversar con un grupo de maestros en relación a las situaciones de pérdida que sufren los alumnos. Situaciones que tienen siempre un gran impacto a nivel de la comunidad educativa. Fueron muchas las aportaciones y reflexiones, siendo una de ellas la importancia que adquiere el modelo que los niños reciben por parte de los padres. Y, siendo conscientes de ello, la necesidad de pensar y reflexionar sobre cómo entendemos la vida y la muerte los adultos, ya que nuestra actitud puede ser imitada por los más pequeños.
Si entendemos la educación por el proceso a través del cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y actitudes, es evidente que la familia ocupa un papel relevante. La escuela también, aunque parece que eso ya se da por supuesto, tanto que a veces le delegamos gran parte de nuestra responsabilidad.
No educamos sólo a través del lenguaje verbal, sino también a través de nuestra manera de actuar, de nuestra manera de sentir, incluso con nuestros gestos. Y también con todo aquello que no decimos, que ocultamos y transformamos en tabú. Educamos, de forma consciente o inconsciente, a cada momento.
A menudo, en un intento de ahorrarles sufrimiento, protegemos a nuestros hijos y evitamos tratar temas como pueden ser la enfermedad grave de un familiar cercano o abordar el tema de la muerte. Incluso llegamos a ocultar nuestros sentimientos.
Como consecuencia, lo que conseguimos es transmitir un modelo en el que no hay espacio para mostrar ni compartir las emociones negativas. Un modelo que ellos imitarán, ocultando cuáles son sus miedos, no expresando lo que sienten y dejando de mostrar su curiosidad.
La realidad es la que es, no podemos cambiarla y, por lo tanto, han de aprender a vivir con esa realidad, sin disfrazarla, generando herramientas para adaptarse a ella y aprendiendo a gestionar sus emociones.
En definitiva, estamos transfiriendo una manera de entender la vida y la muerte y una manera de hacer frente a la adversidad. Ya que esto es así, sería bueno reflexionar sobre qué es para nosotros la vida, qué sentido tiene para, y tratar de transmitir de una forma más consciente y reflexionada esa forma de entender la vida con los valores y actitudes que creemos les ayudarán en su desarrollo.
Hay una frase, que creo, muy acertada, que leí en el libro de Biel Garriga “Rock and Dol” que dice así “Antes de hablar de la muerte con un niño, es necesario hablar mucho con uno mismo”.