La respiración es una maravillosa herramienta que tenemos a nuestro alcance en todo momento y situación, y que en el duelo, puede sernos de gran utilidad, tanto si estamos solos como acompañados , en un jardín o en un metro, de día o en la noche, y además nos ayuda a no desvitalizarnos.
La respiración no sólo nos ayuda físicamente sino también lo hace en el plano emocional y en el mental.
Cuando tenemos una emoción profunda, si nos fijamos, nos damos cuenta de que no estamos respirando. El diafragma se ha quedado bloqueado, la respiración es puramente superficial.
Con la respiración consciente, profunda, suave, lenta, armónica, todo el cuerpo se relaja, la tensión muscular y los bloqueos mentales desaparecen, la energía se distribuye por todas partes y nuestras vidas se hacen más saludables.
La respiración es un proceso espontáneo que surge con la vida y que es independiente de nosotros. El feto en el útero materno no respira a través de los pulmones, lo hace a través del cordón umbilical. Cuando nace, llora y realiza la primera inspiración, se expanden los pulmones y comienza el ritmo de la vida, la pulsación de la vida.
Lo primero que hacemos al llegar a la vida es inspirar. Lo último que hacemos al irnos es espirar (expiración).
Podemos nacer con todos nuestros órganos perfectos y sanos, pero si no hacemos esa primera inspiración, morimos.
Respirar es vivir y vivir es respirar. La respiración está íntimamente conectada con el cuerpo y la mente. La fuerza que controla la vitalidad es nuestra respiración y la prestamos muy poca atención porque la consideramos un ejercicio natural y que ya nos ha sido dado al nacer, sin hacer nada por ello.
Hay un cuentito sufí muy significativo que me gustaría compartir con vosotros/as:
Una vez había un discípulo que meditaba e invocaba al Creador. Durante diez años había hecho meditación para alcanzar su Presencia. Entonces el Creador se le apareció y él le pidió que por favor le diera una mente hermosa que pudiese manifestar cualquier cosa que él quisiera. Es cierto que si tenemos una mente como se debe, si tenemos una mente buena podemos manifestar nuestras buenas intenciones en acciones. Entonces el hombre le pidió al Creador: “Dame una mente que manifieste cualquier cosa, que sea capaz de manifestar cualquier tipo de cosa”. El Creador le respondió: “Te daré una mente así, pero has de tener en cuenta que si no le das trabajo, ella te comerá y te destruirá. Continuamente tendrás que darle trabajo y ella trabajará para ti, pero acuérdate que le tienes que dar siempre trabajo; si no le das trabajo a la mente, ella te comerá. Aprende a darle trabajo y ella te ayudará”.
Entonces el Creador le dio un gran gigante como mente al discípulo y él se puso muy contento. El Creador desapareció y entonces el gigante apareció y le preguntó al discípulo: ¿Qué quieres? El discípulo le dijo: “Quiero una buena casa”, y en un minuto el gigante le proporcionó una buena casa y le siguió preguntando: ¿Qué quieres ahora? “Quiero una buena familia” y en otro minuto se la proporcionó. Le volvió a preguntar: ¿Qué quieres? y el discípulo le dijo: “Un buen negocio”, y le proporcionó un negocio próspero. ¿Y qué más quieres? “Un buen coche”. ¿Qué más quieres? El discípulo empezaba a cansarse y no sabía qué pedir porque lo tenía todo. “¿Qué más le pido?” se preguntaba; si no le pido algo al gigante, me va a comer”. Yo no quiero más cosas, esto es demasiado para mí, una mente así yo no la quiero; es mejor que tenga una mente normal porque este gigante lo hace todo muy rápido y luego pregunta qué es lo que quiero.
Entonces el gigante le dijo: ” Si no tienes nada que pedir, déjame que te voy a comer”. Entonces el discípulo pensó “mejor me voy corriendo pues ya no le quiero ver más”. Y así lo hizo: corría por el monte y el gigante le seguía.
Al pasar por un monasterio un maestro que le vio, corriendo como un loco, le quiso parar, pero él no quería hasta que el monje le agarró de un brazo y le paró. “¿Me quieres decir qué te pasa?”. “Lo siento, no puedo, viene corriendo detrás de mí el gigante, y si no le doy trabajo me come. Le doy trabajo y lo acaba en seguida y me pregunta continuamente “¿qué quieres?”. Yo no quiero nada, pero él me dice que si no quiero nada, me come. Déjame que tengo que salir corriendo”. El Maestro le dijo: “El hecho de que corras no es solución porque es tan grande, que aunque vaya despacio llegará a cogerte, para él es muy fácil comerte”.
El Maestro le dijo:” ¿Sabes?, siempre hay un trabajo que poder darle: Si pierdes esta mente, ni la casa, ni el jardín, ni el coche se pueden manifestar. Por tanto la solución no es acabar con el gigante, sino darle un trabajo siempre que tú no lo necesites”.
El discípulo le dijo: “¿Crees que hay algún trabajo que el gigante pueda hacer mientras yo no lo necesite?” “Sí”, dijo el Maestro. Y el discípulo respondió: ” ¡Entonces seré el hombre más feliz de la Tierra si me enseñas el método!”.
“Ordénale que suba al árbol y que lo baje, para arriba y para abajo todo el rato hasta que lo necesites para realizar otro trabajo”.
Es una historia muy simbólica. Subir y bajar del árbol es la respiración. Si llevamos la mente a la respiración la podemos armonizar.
Debemos saber cómo usar la mente cuando es necesario, y cuando no, tenemos que saber salir de ella. No queremos que la mente desaparezca, porque sin mente nada es posible en la vida, queremos que la mente se ocupe de algo, para que nosotros estemos en paz.
Cuando trabajamos no nos damos cuenta de nuestras emociones o pensamientos reiterativos, porque la mente está ocupada, pero si no trabajamos, la mente trabaja más y pueden venir los pensamientos negativos, las ideas obsesivas.
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Los pensamientos y las emociones alteran el ritmo de la respiración.
Cuando estamos tranquilos la respiración se calma, cuando estamos nerviosos, la respiración se altera.
Conectar con la respiración es la manera que tenemos de separarnos de lo objetivo del mundo exterior y conectar directamente con nuestro interior.
Si queremos encontrar un método para parar nuestra mente, quitar nuestras obsesiones, romper con ellas, será a través de llevar nuestra mente a la respiración, esto nos ayuda a conectar directamente con el corazón y a practicar el aquí y ahora en cada suceso de la vida, a estar en el instante, dando todo lo mejor nuestro en cada momento.
Se dice que la edad de un yogui no se calcula por el número de años, sino según sus respiraciones. A menos respiraciones, más vida.
Un perro hace 30-40 respiraciones/min. y vive entre 12-14 años. Una tortuga 4-5 respiraciones/min. y vive 150 años. A más larga y profunda la respiración, la vida será más larga y más sana.
Primero se aprende a respirar de esta manera y luego se mecaniza automáticamente.
A menos frecuencia respiratoria, menor desgaste del corazón, menor tensión arterial, y el sistema nervioso se relaja.
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Si hacemos una inspiración profunda seguida de una pausa, ayudamos a favorecer el intercambio gaseoso en el pulmón. Nos llenamos de más oxígeno y por tanto de energía, nos revitalizamos, pensemos que no se puede encender ningún fuego sin oxígeno, así que activaremos todo nuestro metabolismo. Además renovamos el aire residual y eliminamos el anhídrido carbónico y los productos de desecho del metabolismo celular mientras que si hacemos una respiración rápida y superficial no tienen tiempo de ser eliminados y se acumulan favoreciendo el terreno de la enfermedad.
Los pulmones llenos y el diafragma bajo, aportan relajación mental.
Una espiración prolongada sacando el aire lenta, profundamente, con pausa posterior, también nos da relajación mental.
Al realizar una respiración profunda diafragmática, se efectúa una alternancia de presiones positiva/ negativa sobre cavidad abdominal y torácica, cosa que favorece el retorno venoso y por tanto también colabora en la eliminación de productos de desecho del metabolismo celular. Al mismo tiempo se produce un masaje sobre las vísceras abdominales a través del movimiento del diafragma, favoreciendo su descongestión.
Un ejercicio sencillo pero muy eficaz, que propongo hacer cada día para nuestra salud es ponernos a hacer 5 min de respiraciones profundas, suaves, lentas, igualando la duración de la inspiración y la de la espiración, al levantarnos, bien abrigados con la ventana abierta, mejor si está orientada al sol, ( podemos estar sentados/as), en la terraza o los que puedan en el jardín, la playa, un parque. La mejor hora para obtener la máxima calidad de la energía del aire o prana, es desde una hora antes de la salida del sol a una hora después.
Todavía es más energetizante si lo hacemos con un ritmo, cada día a la misma hora, cosa que ejercita en nosotros la voluntad.
Además a lo largo del día a través de una sola respiración profunda, podemos conectar con el interior de nuestro Ser, cortamos con lo que estamos pensando, o sintiendo, retomamos nuestro poder y volvemos al aquí y ahora.
Animo, adelante y a practicar. Ya me diréis si notáis cambios.